¡Partió tan solo!
Con su corbata
de brillante raso
y su triste mirada
se quedó en el pasado.
¡Ay! como me duele
su andar en el ocaso!
y el temblor de sus manos
me conmueve.
El azul de prusia
de su mirar
me va lacerando,
es cual un inmenso mar
de tristeza,
y mientras está hablando
su voz se quiebra.
Ya la muerte cabalgaba
muy cerca;
se ausentó su reir
y en el eco de sus palabras
se mecía mi sufrir.
¡Partió tan solo!
envuelto en el silencio,
sin cantares ni lloros.
Dentro de mí yo lo siento,
me acompaña parsimonioso.
Es de espíritu suave,
su esencia es pura
como el canto de un ave,
y yo lo amo con ternura.
Sus cenizas ya descansan
en la flor del camposanto,
allí donde el viento frío
extendido cual un manto
cubre todo como un río
de dolor y de quebranto.
Su voz profunda e intensa
se me ha quedado en el alma
y es mi dulce recompensa
después de tantas lágrimas.
Y de pronto comprendo
que un amor espiritual
es un gozo eterno
y que ya ningún mal
podrá apagar este fuego.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amado
Camilo Sesto
De mi poemario
"Joyas de mi alma
Ay hermana ruedan lágrimas por mi mejía, su temblor a mi también me conmovía y sentado en una silla lograba regalarnos sus últimas notas musicales
ResponderBorrarHermana querida tus palabras tan sensibles y hermosas han traspasado mi corazón, porque sientes lo mismo que yo al verlo en sus últimos días en aquel estado en que se encontraba. Gracias por regalarme tu presencia entre mis versos. Un abrazo desde mi alma.
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